jueves, 27 de agosto de 2009

No te rindas (XVI)

“Julia, ¿Jorge está en casa?”
Curiosidad.
“Está trabajando y llegará sobre las diez. ¿O tampoco sabías que está trabajando?”
Saber, sí que sabe. Cómo, eso es otra historia.
“Sí, sí…”
La pregunta es inevitable.
“¿Pasa algo, Alberto?”
Nada. Mucho. Insoportable intromisión.
“No, qué va. Solamente quería saber si estaba en casa…”
¿Qué pasa aquí? Esto no puede seguir así.
“Alberto…”
Miedo.
“¿Sí?”
Silencio. Fracciones de segundo de silencio tan duro como la roca.
“Alberto… Así no se puede…”
¿Así cómo? Nada de trifulcas, por favor.
“¿A qué te refieres?”
“¿No lo ves?
“¿El qué?”
“Nada, eso…”


XVI. Alberto y las trifulcas
“eso eso! que vas a hacer??”, pregunta Martín en el muro de Jorge, como comentario al de Alberto.

“papá está mosqueado… qué habrás hecho”, añade Luis.

“me he perdido algo?”, pone el despistado de Antonio.

Alberto lee la lista interminable de reacciones a su comentario. A pesar del tono jocoso, Alberto percibe la negatividad que ha causado su simple e inocente pregunta. Pero le entra el pánico cuando observa que tiene un mensaje nuevo en su bandeja de entrada de Facebook. Acaba de descubrir la existencia de los mensajes privados.

Jorge arremete contra Alberto en su mensaje. Jorge define a su padre un irresponsable por preguntar algo tan trascendente como eso en su muro de Facebook. ¿Tan difícil es para Alberto preguntarle directamente, cara a cara, lo que tenga que preguntarle? ¿Tan duro es abrir la boca, de vez en cuando? ¿Por qué tiene que hacerle pasar vergüenza ante sus amigos, en un lugar público como Facebook? Jorge aceptó a Alberto como amigo, porque pensaba que para su padre era una novedad. Jorge pensaba que a su padre, la manía del Facebook se le pasaría como se le pasó por él, su hijo, al poco de nacer. “Realmente, ¿te interesa lo que yo hago?”, pregunta Jorge. Y, por favor, ni se le ocurra a Alberto contestar en el muro. Bastante daño ha hecho ya.

Alberto contesta: “lo siento. No volverá a ocurrir. Cantas muy bien, hijo”.

Alberto se siente culpable. Vuelve a mirar una y otra vez los comentarios del muro de Jorge. Sabe que ha creado una reacción en cadena y, ahora, no puede pararla. Lo ha intentado Jorge, por lo visto. “Mi padre es nuevo en esto de facebook, eso sí, en casa ni mu, pero aquí parece que se explaya”. Seguido por “jajajaja”, “aguanta! ya sabes como son los padres…”, etc.

Lo que a Alberto le sorprende es el comentario de Laura: “pues a mí me ha parecido muy buena pregunta, ¿qué quieres hacer con tu vida, Jorge?”

Jorge no ha contestado aún. Pero Laura ha hecho más. Ha pedido a Alberto que sea su amigo. Alberto está completamente bloqueado ante semejante propuesta. Alberto no conoce a Laura. Alberto se está metiendo en la vida de Jorge como no lo había hecho nunca. De hecho, nunca se había metido en la vida de su hijo.

Jorge sigue sin contestar. Alberto sigue sin aceptar a Laura como amiga. Uno de los dos debería dar el primer paso. Pero a Alberto le parece que a ambos les cuesta. Alberto siente soledad, ya que lo suyo es un supuesto, basado en el sencillo hecho de darle a F5, para refrescar página. Está interactuando con Jorge de una manera totalmente desconocida. La falta de reacción es, de por sí, un gesto, una acción. El teclado, la pantalla y la interfaz de Facebook se convierten en un nexo de comunicación demasiado grande para Alberto.

Alberto se da cuenta de que es una pelea a tres bandas, instigada, encima, por las reacciones de los demás. El último comentario de Laura está creando un revuelo en la comunidad de amigos de Jorge. Todo el mundo comenta, todo el mundo se divierte con esta extraña trifulca. Pero Alberto, Jorge y Laura ahora están callados. Parece que los tres están esperando que alguien dé el primer paso.

Jorge responde “no me jodas, laura”. Laura añade un “me gusta” al comentario de Alberto que lo empezó todo. Alberto acepta a Laura como amiga. El teléfono de Alberto llama. El director general le quiere en su despacho inmediatamente. Alberto cierra el navegador con un clic de ratón que deben haberlo oído hasta en Múnich.

Alberto sale de su despacho.

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No te rindas by Marco Odasso is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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