lunes, 24 de agosto de 2009

No te rindas (XIII)

XIII. Alberto y Microsoft Exchange
A Alberto le han configurado su cuenta de correo electrónico en el iPhone. La compañía dispone de una cuenta en Microsoft Exchange Server. Esto significa que Alberto puede acceder a su mail como si estuviera delante de su ordenador. Es como un Webmail, pero no es Webmail.

Alberto puede acceder a su cuenta de Outlook como si estuviera en Outlook. Puede ver sus carpetas y organizar sus correos electrónicos; puede acceder al calendario, convocar nuevas reuniones, comprobar quién acepta, quién no, quién realmente está disponible, quién se podría estar escaqueando.

Alberto aprecia el iPhone y aprecia Microsoft Exchange. Aprecia poder estar fuera de la oficina y todavía tener la posibilidad de interactuar con su entorno profesional como si estuviera en su despacho. Alberto casi nunca se levanta de su escritorio, a menos que no tenga una reunión.

Alberto casi nunca habla con los demás, a menos que no tenga que discutir temas clave, imposibles de manejar por correo electrónico.

Alberto considera que hoy en día, por email, puedes administrarlo casi todo. La necesidad de un contacto cara a cara disminuye según pasa el tiempo. El impacto visual con otra persona se hace necesario cuando hay que reforzar un concepto, amenazar, pedir explicaciones.

Afortunadamente, según quién se copie en los mails, se puede conseguir el mismo efecto o casi. Son extraordinarios los casos en los que Alberto tiene que reunirse con los demás. Como el otro día, para pedir explicaciones y soluciones por un trimestre pinchado.

Microsoft Exchange le permite a Alberto ver qué correos no se han leído todavía. Da igual que esté en su despacho o fuera. Alberto, en una reunión con un cliente al que hay que aprobarle una operación cuyo monto supera el millón de euros, se da cuenta de que tiene mensajes nuevos de Facebook. Alberto considera que no está en el lugar idóneo para leer la correspondencia de Facebook.

Alberto miente, se levanta de la reunión y pide disculpas. Esta llamada va a tener que cogerla. El cliente y el jefe de ventas, por supuesto, entienden que si Alberto se ha levantado es porque la llamada requiere una atención especial y específica que no se puede aplazar. Alberto no tiene ninguna llamada que atender. El iPhone está muy callado. El iPhone no vibra.

Alberto se sienta en el sofá de la recepción de la empresa cliente y abre sus correos electrónicos de Facebook. Uno, por encima de los demás, le llama profundamente la atención. Jorge “ha escrito en tu muro. Pincha aquí para contestar”. En el mail, Alberto lee que Jorge le pregunta “tu en fb?”. Tú, pronombre, lleva acento. ¿Lleva acento tú, pronombre, en Facebook? Alberto no lo sabe.

Alberto decide que lo suyo es contestar. “Ya ves, quién lo diría, con mi edad”. Qué frase más estúpida. ¿Cómo se mide la estupidez en Facebook? Después de haber contestado, Alberto decide echarle un ojo al perfil de Jorge. El muro de Jorge está repleto de comentarios a “Jorge y Alberto ahora son amigo”. “Es tu viejo?”, es la pregunta general. También Laura ha querido comentar. “Joder, que guay, tu padre en facebook! Enrollado, no? bsot!”

Alberto comprueba que, de todas las conversaciones, de todos los muro a muro, de todos los comentarios de su perfil, en el único en el que Jorge no ha interactuado es justamente el que anuncia al mundo que Alberto y Jorge, aparte de padre e hijo, son ahora amigos.

Alberto se acuerda de que está en una reunión porque la amable recepcionista le pregunta si quiere tomar algo. Ruborizado, Alberto declina la invitación, se levanta e introduce el iPhone en el bolsillo interior de su americana. Alberto vuelve a la reunión.

Alberto se disculpa otra vez. La llamada, de Múnich, era importante.


Creative Commons License
No te rindas by Marco Odasso is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

No hay comentarios: