lunes, 10 de diciembre de 2007

Muere, Navidad

Se acerca la Navidad, ese momento en el que nos dejamos llevar por viejas leyendas que nos hablan de hechos ocurridos hace más de dos mil años. Nos dejamos embaucar por el mito de amor, paz y alegría. Somos incapaces de ver que el marketing eclesiástico, místico, nos lleva por la senda equivocada.

Nadie se acuerda de la gente que sufre en el día a día. Nadie piensa que tanto despliegue eléctrico supone una herida para aquel que no puede pagar el recibo de la luz. Nadie piensa en que alguien se ha quedado sin medios para sustentarse, justamente en esta fechas tan deliciosas, como el mazapán.

No, la culpa no es de nadie. Nadie es responsable de que haya gente perdida en el olvido, y de que esa metáfora tan grotesca de buscar un lugar donde quedarse y dar a luz es la parodia de lo que le ocurre al que busca su gruta todos los días. Sin estrella por encima que guíe a los Reyes Magos, a los pastores, a las ovejas.

Todo ocurre de golpe. Con un simple interruptor, la bondad se ilumina y la gente sonríe. Miles de niños se acercan a ver el espantoso espectáculo de muñecos deformes bailando sobre un techo, construido con dinero, fajos de dinero. Y nadie hace nada. Nadie lo para. Nadie agarra por el brazo al niño y le indica que eso está mal. Es más asqueroso y perverso que una película pornográfica, donde, al menos, algo real se puede ver, entre tanto gemir y vómito de semen.

Es un grito desesperado el que se debe escuchar. Porque cada signo de felicidad y placentero estar en familia es un navajazo en el estómago de mucha gente, más de la que podamos imaginarnos. Los hay que pasan sus peores vicisitudes en Navidad. Siempre, de forma tan periódica y exacta como la fiesta en sí, que, inexorable, no falta a la cita de cada año.

Entre tanta porquería y tanto asesinato de inocentes gestos cotidianos, ¿por qué alguien no mata a la Navidad? ¿Por qué no acaba con ella de una vez de una forma tan implacable como lo es ella?
Ya sé. Es que los seres humanos, de fe cristiana, son buenos en Navidad...

lunes, 22 de octubre de 2007

Domingo


El joven párroco no se esperaba tener que doblar las campanas ayer. Él no estaba para nada acostumbrado a eso actos festivos que su antecesor había convertido en una tradición para el pueblo de Maranello. Pero, de repente, pensó “¡qué narices! Yo también quiero entrar en la historia”.

Un hombre, ya casi en sus cincuenta años, conducía rápido por la autopista en su coche familiar, con un enorme corazón rojo atado a su techo y una hija nerviosa mirando el reloj: “papa, no llegamos…” Pero llegó, a las seis menos diez de la tarde.

La alcaldesa de Maranello decidió, no se sabe muy bien por qué, apuntarse a la retransmisión en el auditorio municipal. No imaginaba tener que atender a los medios de comunicación después de la carrera. “Estoy orgullosa… Qué alegría, conciudadanos”.

Mientras tanto, en Brasil, un asturiano algo bajito consumaba su venganza. Qué feliz se le veía por haber perdido.

Otro piloto, inglés de orígenes caribeñas, se quedaba callado, perplejo, y no tenía claro si el autor de su derrota era él mismo o ese compañero de equipo tan raro, incapaz de adaptarse al perfecto estilo inglés, que consiste en “yo, inglés, gano y tú, españolito, te callas”.

Por cierto, un arrogante gentleman, de nombre Ron, jugaba su última carta, volviendo a los despachos que tantos favores le habían hecho ese año, incapaz de aceptar la derrota que, debido a su magnitud, se podía comparar al mayor de los éxitos. Unos comisarios, amenazando dimitir todos, le decían “Ron, límpiate el culo con ese recurso”.

Iceman, a todo esto, esbozaba una sonrisa mientras un grupo de exaltados vestidos de rojo le vitoreaban, cantando, a la vez, el Himno de Mameli. Él lo había conseguido. Era campeón del mundo y, sin querer, había vuelto a colocar las cosas en su sitio. La justicia, que no salió de los tribunales, fue otra vez protagonista en una apacible tarde en Interlagos.

Mientras, en Maranello, pequeño pueblo de la provincia de Módena, el cura se preguntaba durante cuánto tiempo tenía que doblar las campanas de su iglesia, el hombre del corazón y la hija inquieta gritaba “siempre que traigo el corazón Ferrari gana” y la alcaldesa disfrutaba de todo ese protagonismo inesperado.

lunes, 15 de octubre de 2007

Cher Lasalle,

Permítame dirigirme a Su Excelencia de esta forma familiar, mas la sorpresa de encontrarme con su comentario a la entrada La lectura (28 de agosto) me causa nostalgia y alegría, por leer las palabras de un antiguo compañero de armas.

La verdad es que usted y yo no coincidimos demasiado, también debido a su temprana muerte, tras la batalla de Wagram, en 1809. Pero sí estuvimos juntos en una de las más truculentas acciones de guerra jamás vistas, en Eylau. “¡Qué masacre! Y sin resultado”, tal y como exclamé al comprobar el campo de batalla, una vez terminada la contienda. Con lo cual, usted y yo sabemos lo que es el horror de la guerra y el hedor de los cadáveres de compañeros y enemigos.

En el fondo, yo siempre le he envidiado. Porque su muerte le ha supuesto dos grandes ventajas, especialmente si me comparo a usted. Algo que, me crea, hice muchas veces cuando los acontecimientos para mí y para Francia precipitaron tras los Cien Días.

Yo le envidio porque murió en el campo de batalla, con una inmejorable reputación. El mejor general de caballería ligera, se decía. Sus Húsares los conocían como la Brigada Infernal. Y, para un húsar como yo, ésas son palabras de amor.

Pero también le envidio porque usted vivió la época en la que nuestras gestas se reconocían tanto por las hazañas en el campo de batalla como por esos actos de locura temporal, que hacían de nosotros auténticas leyendas.

De hecho, legendaria es la vez que se infiltró en territorio austriaco con tal de ver a su querida marquesa vicentina, para luego volver al campamento jactándose por haber robado un caballo al enemigo en su golfa visita.

Sin embargo, mis gestas y mis actos de devoción a la causa de nuestro Emperador quedaron en entredicho por la hipocresía de una clase política que nunca me perdonó mis humildes orígenes. Además, de una manera bastante contradictoria. Me acusaron de haber traicionado dos veces a Francia; por haber apoyado a Napoleón y por haber sido el responsable de su trágica derrota en Waterloo.

Antes de condenarme a muerte, nadie se acordó de cuando fui el último en cruzar el puente de Kovno y, como consecuencia, el último soldado Francés en abandonar Rusia, al mando de la retaguardia de La Grande Armée. Por eso, el Emperador me llamó “le brave des braves”, el valiente entre los valientes.

Sabe, yo nunca fui muy diplomático. Yo tuve el valor de enfrentarme a Napoleón y pedirle solemnemente que abdicara y dejara el mando del ejército. Pero también me uní a él en su última campaña, en la que la debacle fue también personal para mí. Porque yo ordené la carga contra una batería de artillería en Les Quatre Bras sin infantería de apoyo.

Me llamaron loco, insensato y, sin embargo, nadie dijo que, cuando ordené la entrada de la infantería, ésta no estaba. El mismísimo Emperador la había utilizado en otra parte sin informarme, en su obstinado (y obtuso, permítame el reproche) intento de romper el centro del frente enemigo.

Sin poder destruir las baterías, me encontré sin caballo (perdí mis cinco ese día) golpeando mi espada contra los cañones, tanta era mi impotencia ante esas bocas de hierro calladas que, una vez que nos echó el enemigo, volvieron a causar estragos entre nuestros hombres.

Pero no volveré a justificar mis actos. Ya lo hice en una epistolar inútil, con el único fin de salvar mi honor. Yo sólo digo que fui fiel a todos: a Francia, a Bonaparte, a mis compañeros, pero sobre todo a mis hombres.

Después de todo, mis verdugos fueron cómplices como yo de un orden nuevo, que sentaba bien a todo el mundo en Francia. Seguimos todos al mismo visionario, pero pocos nos quedamos con él cuando la lucidez se convirtió en el afán desesperado por recuperar su sueño.

Fíjese, Excelencia, hasta qué punto es injusta la historia conmigo que ni muerto me dejan descansar, alegando que me salvé del fusilamiento para convertirme en maestro de escuela en Estados Unidos. Yo, un maestro, con este carácter justamente de hombre impetuoso, impaciente y poco atento a los equilibrios de las relaciones personales. Ese carácter que me llevó a la insubordinación en la campaña de la Guerra de la Península.

No, Señores. Yo sólo pude morir de una forma: ordenando el fuego a mi pelotón de ejecución.

Hoy, tras leer sus pocas líneas, por lo menos, he vuelto a recordar los momentos arduos aunque felices, cuando Europa estaba a nuestros pies, como lo estaban los que iban a llamarme traidor.

Un saludo, querido Conde.
Un abrazo fraternal entre Húsares.

Michel Ney
Mariscal de Francia
Príncipe de Moscowa
Duque de Elchingen

jueves, 11 de octubre de 2007

Genova per noi



"Con esa cara un poco así
Esa expresión un poco así
Que ponemos nosotros antes de ir a Génova
Y cada vez nos preguntamos
Si ese sitio al que vamos
No nos traga y no volvemos más
"


Entender Génova es complicado, empezando por un dialecto extraño, robado en parte al francés y con un acento con vagos matices sarracinos. Perezosamente, Génova se ve empujada por el monte hacia el mar, pero mira siempre hacia el interior. Ciudad obligada a buscar su fortuna en el Mediterráneo, Génova ama profundamente las terrazas esculpidas por estoicos agricultores; terrazas en las cuales crece el olivo, pero sobretodo el baxeicou (la albahaca), su auténtica esencia, única en el mundo y que al buen genovés, fuera de sus calles, le sabe a menta.


"Y, sin embargo, parientes somos un poco
De esa gente que está allí
Que como nosotros es a lo mejor un poco selvática
Pero el miedo que nos da ese mar oscuro
Que se mueve también de noche
Y no está quieto nunca"



Génova, cuya fortuna siempre ha dependido del comercio, es un lugar en el que las putas saben a exótico y los callejones están hechos para el contrabando de transistores y tabaco. Ella se ríe del miedo a lo desconocido, cuando su centro ha estado siempre poblado de africanos, de árabes, de los propios genoveses, ya de por sí seres poco convencionales, que sobreviven gracias a su eterno sarcasmo.

"Génova para nosotros
Que estamos al final de la campiña
Y tenemos el sol en la plaza pocas veces
Y el resto es lluvia que nos moja
Génova, decía, es una idea como otra

………………………………………..
"



Desde su puerto ya casi apagado, se abren calles majestuosas, teñidas por los colores de palacios espléndidos, recuerdo de una burguesía que surgió antes de tiempo gracias al comercio con moros y cristianos. Comerciaba con ambos a la vez, para mantener un justo equilibrio, de forma que siguiesen matándose entre ellos. Porque Génova fue ciudad de dineros.


"Pero esa cara un poco así
Esa expresión un poco así
Que tenemos nosotros mientras miramos Génova
Como cada vez la olisqueamos
Y cautos nos movemos
Un poco vagabundos nos sentimos
"

Los mercados se distinguen por el griterío continuo de sus comercios. Venden fruta, verduras de la tierra y pescado, el poco que queda en un mar pobre, ya agotado. El centro histórico se caracteriza por los paños blancos tendidos encima de cuerdas que unen los edificios, casi fuesen amplificadores de las chácharas de mujeres gordas, que se saludan y se cuentan su vida de ventana en ventana.



"Macaia (1), mono de luz y de locura,
Bruma, peces, África, sueño, náusea, fantasía.
Y mientras en la sombra de sus armarios
Guardan linos y viejas lavandas"




Pero la gente, en Génova, no es abierta con el que viene de fuera. De hecho, no es abierta con nadie y te invita en sus casas raras veces. Cuando lo hace, llegas a conocer el olor intenso de su cocina y escuchas el lento machacar del mortero mientras se hace el pesto. Te das cuenta de que la superstición es lo más importante durante el rito de coser la carne para preparar la cimma, el más querido de los platos, el que se ofrece en las bodas y que el primer corte sólo lo puede efectuar el novio.

"Déjanos volver a nuestros temporales
Génova, a los días todos iguales
En una inmóvil campiña
Con la lluvia que nos moja
Y las gambas rojas son un sueño
Y el sol es un relámpago amarillo en el parabrisa"


Sin embargo, cuando has visto Génova, al irte no puedes evitar sentir cierta melancolía. Echas de menos ese parloteo musical, cínico y ruidoso. Te preguntas qué es lo que se esconde detrás de esos muros renegridos por la salada humedad que viene de la costa. Te queda la impresión de no haberlo visto todo. Sobre todo, piensas que no lo has entendido todo.


Recuerdas la Lanterna, el faro de Génova, su símbolo que todo el mundo conoce y que el emigrante se lleva hasta la tumba, como cuenta la tradición. Es una ciudad de paradojas, en la que se une tristeza y alegría en una risa contenida, que sólo deja traslucir la ironía. Génova es la queja continua por el tráfico, en una ciudad donde el tráfico nunca ha tenido cabida. Porque sus calles llevan al monte, donde su gente se pierde y se encuentra con sí misma, con su tierra, dándole la espalada a ese mar, socio por conveniencia y necesidad, pero que muy poco le ha regalado a Génova y, lo poco que le ha dado, se lo ha quitado.


"Con esa cara un poco así
Esa expresión un poco así
Que tenemos nosotros que hemos visto Génova…

………………………………………..
"

Canción: Genova per noi
Música y letras de Paolo Conte (la traducción chapucera es mía).
[1] Calma chica (ausencia de viento en el mar) de Siroco (dialecto genovés).

lunes, 8 de octubre de 2007

Voz de los olvidados



Voz de crooner, de lúgubres recuerdos; voz de bourbon o de lamentos, pero, sobre todo, la voz de los olvidados. Éste es Tom Waits, el hombre que habla de los que no se ven, ni tienen fuerza para salir de una escabrosa existencia, que, en el fondo, es la nuestra, la de todos los días.

Sus personajes tan peculiares, que nos cuentan, más que sus miserias, sus intentos de alcanzar una cuanto menos extraña felicidad. Son famosas sus canciones de amor, en las que mezcla la ironía y la pasión. Una pasión desteñida por el desencanto de la gris realidad de la fábrica, del “diner” en el que la camarera te sirve el café llamándote “cariño”.

I'll shoot the moon right out of the sky for you, baby… canta Waits. Dispararé a la luna en el cielo para ti, baby. Qué frase más hermosa; qué regalo más original para una mujer. Con toda la dulzura del mundo, el triste enamorado promete a su amada ser los peniques que le cubran los ojos, símil tremendo de una mujer tumbada en su ataúd con las manos cruzadas en el pecho y dos monedas en sus ojos cerrados para siempre.

Tom Waits que nos habla de promesas rotas de un amor eterno, que de eterno no tenía más que un momento breve de ternura, pero qué inocente es ella mientras duerme.

Hoy hablo de Tom Waits, porque es un día raro, de ésos que uno no sabe muy bien por qué pero se levanta sabiendo que algo pasará. Ha pasado y tengo ganas de reflejarlo, de la misma manera que lo hace Waits, para tener presente que nuestros gozos, nuestros triunfos, al final, se ciñen a un elemental y pueril hecho banal y trivial, que nos llena de sentimientos, mientras el resto del mundo sigue igual.

Como el viejo sin techo de la obra de Gavin Bryars, que, cantando en un loop eterno Jesus’ Blood Never Failed Me Yet, es acompañado por el coro de Waits. Al principio, la voz de Waits entra tímida para crecer ensalzando la otra voz, la de un hombre sin nada pero con tanta esperanza dentro.

Parecerá patético, pero es símbolo de nuestras vidas, en las que luchamos y nos rendimos ante nuestras propias estupideces. Y, cada vez que algo bueno nos ocurre, encontramos una indicación que nos devuelve al camino que sabemos que tenemos que seguir, hasta la siguiente vez que lo dejamos, para luego lamentarlo.

La voz de los olvidados nos cuenta lo que somos, sin juzgar. De hecho, es nuestro cómplice en la lucha por quitarnos la mierda de encima. No nos empequeñece, nos hace más humanos y menos atados a los monstruos de la moral barata (Chocolate Jesus, gran canción…). Total, para buscar excusas tontas, ya estamos nosotros y no necesitamos nada más.

Os dejo una pieza de Waits, justamente Innocent When You Dream. Es espléndida su crueldad tan tierna. Qué bello es ver a alguien dormir ingenuamente cuando sabes que la has traicionado conscientemente. Quién no lo ha hecho alguna vez…

lunes, 24 de septiembre de 2007

Por qué me llamo Odasso

Mi apellido es Odasso. Lo digo para todos aquellos que estuvieron jugando a adivinarlo… Odasso es un apellido típicamente piamontés (Piamonte, región del noroeste de Italia). Hay varias teorías sobre su origen. La primera es que el nombre proviene de Odus u Oddus (Odonis), con claros ascendientes germánicos. Se encuentran Odasso desde, por lo menos, el siglo XVIII.

Sin embargo, me quedo con la de un instituto de heráldica, contactado hace unos 35 años por parte de uno de mis tíos. Me gusta más.

Alrededor del año mil, el marqués de Saboya solía contratar los servicios de un grupo de caballeros mercenarios durante las guerras y para mantener el orden en la zona de Ginebra, en Suiza. Sin embargo, debido a su carácter violento, los caballeros se convirtieron en un problema y resultaba muy difícil controlar sus acciones.

Para acabar con el problema, el marqués de la época les ofreció tierras en otro lugar, justamente al sur de Piamonte. Y allí se establecieron.

Ahora, bien. Este grupo de locos se llamaba Chevaliers de l’Audace, caballeros de la audacia; y del término audacia llegamos a Odasso, Audasso y Adani, apellidos que existen en la actualidad en Italia.

La transformación se debe a la fonética en el caso de Odasso, donde la O reproduce la forma de pronunciar el vocablo francés Audace.

Por otro lado, Adani es por las sucesivas transcripciones del nombre, escrito a mano en los varios documentos y donde las eses se transforman en “n” y la “o” en “i” latina.

Existe todavía un pueblo en la provincia de Cuneo que lleva como nombre Gli Odassi (los Odasso), al lado del pueblo de mi abuelo. Realmente, son literalmente cuatro casa y está casi abandonado.

Parece ser que los mercenarios más o menos sentaron cabeza y su cabecilla se ganó el título de conde, tras una breve aparición en Tierra Santa durante la Primera Cruzada. Título, sin embargo, que se perdió en el tiempo.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Grand Prix



Todas las mañanas intento leer todos los periódicos, de derechas, de izquierdas, nacional, internacional, crónica, cultura y, por supuesto, deportes. Es una tradición que se perpetúa desde que empecé a trabajar; algo ritual que ocurre debido a mi formación de periodista. No puedes opinar si no lees. Y las noticias son fuente inagotable de ideas, por muy manipuladas que estén.

Pues esta mañana estaba leyendo una noticia acerca de Fernando Alonso, bicampeón del mundo de Fórmula 1. Niki Lauda, ex piloto tres veces campeón del mundo, lo criticaba por no centrarse en ganar en vez de hacer “politiqueo”… Hablaba de Senna, Prost y de él mismo.

Lauda es de otra generación, aunque fue un precursor de los pilotos calculadora que vemos actualmente competir en los circuitos de la F1. Pilotos sin corazón, tan máquinas como los propios bólidos en los que se sientan. Lauda fue también quien dijo “el coche se conduce con el culo”, refiriéndose a que las sensaciones en cuanto a tracción, velocidad, frenada y entrada en curva se producen al notar en las nalgas por dónde tira el monoplaza. Feliz descripción, a mi modo de ver.

En fin, toda la polémica sobre el caso de espionaje entre McLaren y Ferrari, la rivalidad entre Hamilton y Alonso, y el romanticismo desaparecido de un deporte que antes sí que era riesgo, me han recordado (como siempre) al único ídolo deportivo que tuve cuando era chaval: Gilles Villeneuve.

Premisa número 1

Para los italianos la Fórmula 1 es más que un deporte. Para nosotros, es Ferrari. Y Ferrari es una religión. Considerad que la scuderia tiene sede en un pequeño pueblo al lado de Modena, llamado Maranello. La creó un tal Enzo Ferrari, antiguo piloto de Alfa Romeo. El día que uno de sus coches le ganó a Alfa, él se puso a llorar como un niño, por haber traicionado a sus mentores. Fue el inicio de un mito, allá en los años 50.

Enzo Ferrari, de todas formas, fue “padre” de pilotos. No le bastaba con tener a los mejores, tenían que ser algo más que eso. Tenían que ser animales de raza, valientes si no inconscientes, que enamoraran a los tifosi, que le enamoraran a él.

Premisa número 2

Los coches e Italia son lo mismo. Ferrari, Maserati, Alfa Romeo, Lamborghini, Bugatti (en sus principios), De Tomaso, son todas marcas italianas, nacidas a pocos quilómetros la una de la otra.
Recuerdo el día en que el doce cilindros de Ferrari dejó de rugir. Cuando la scuderia decidió pasar a un más eficiente 10 cilindros (hoy estamos en 8), se acabó una época. El día que, por última vez, el 12 cilindros rodó en un circuito, en una sesión de pruebas aerodinámicas, la gente fue a oírlo… Y lloraba. Sí, señores de 60 y 70 años de edad lloraban como niños, porque ese ruido tan característico iba a desaparecer de los circuitos.

Para entenderlo, hay que entender primero la relación entre Italia y los coches. La “revolución” industrial y social italiana se forjó con los coches.

Canadiense loco

Volvamos a Gilles, piloto de motos de nieve en el lejano Canadá. Gilles, el más querido por Enzo Ferrari. Su forma de conducir sin miedo, capaz de dar espectáculo a pesar de las prestaciones del coche. Recuerdo el año después de que ganara el mundial su compañero de equipo Jody Sheckter, sudafricano. Ferrari presentó el T5, un coche fallido nada más nacer. Pues Gilles ganó un Gran Premio manteniendo detrás a otros siete coches más rápidos que el suyo; todos en fila indiaintentando, por turnos, adelantarle. No hubo manera.

Pero, sobre todo, recuerdo el Gran Premio de Francia de 1979: el mítico duelo con Renè Arnoux (Renault) por la segunda plaza, detrás de Jabouille (también Renault). Es el vídeo que he puesto. Son nueve minutos y cincuenta segundos. Estuve a punto de elegir la versión más corta. Pero luego he pensado que merecía la pena ver todo el duelo. De todas formas, lo bueno empieza en el minuto 3 y 55 segundos.

Villeneuve y Arnoux se adelantan varias veces y se tocan en uno de los intentos. Hasta casi la línea de llegada nadie puede decir quién llegará segundo. Al final, será Villeneuve (espectacular cuando vuelve a adelantar a Arnoux primera vez, bloqueando ambas ruedas delanteras).

La verdad, me río pensando en las escaramuzas de hoy, en las que si a un piloto le tocan el coche en un adelantamiento, luego éste se pone a lloriquear. Villeneuve fue espectáculo, también porque nos dedicaba momentos de gran belleza agonística. Donde todo parecía posible al volante de esos monoplazas de hojalata.

Otra vez, Gilles se encontraba segundo, detrás de Alan Jones, Williams. Su coche era más lento, pero él no se rendía. Llegaba a alcanzarle pero se salía del circuito, ya que el coche estaba demasiado al límite. Daba igual. Volvía a meterse en pista, recuperaba posiciones y volvía a alcanzar a Jones. En uno de esos intentos, Gilles destrozó una rueda delantera. Llegó sobre las llantas a boxes, cambio de neumático y otra vez, a alcanzar a Jones. Al final, tuvo que rendirse, tras romper un motor ya agotado. Pero él fue el protagonista de la carrera.

Por último, el recuerdo más triste. El día en que murió, en Zolder, una mañana gris de mayo de 1982. Cuando su osadía pudo con su suerte. Esa misma suerte que tantas veces le había salvado. Yo tenía 13 años y medio.

Gilles había sentía que había sido traicionado por su compañero de equipo, Didier Pironi, en el Gran Premio de San Marino. En Imola, Villeneuve iba primero y Pironi segundo, con órdenes estrictas de mantener las posiciones, en vistas de un mundial que se estaba poniendo muy bien para Ferrari. Pero Didier, otro gran piloto, decidió adelantar para ganar y pasar a encabezar el mundial. Eso fue el 25 de abril, dos semanas antes de Zolder.

Gilles se sintió herido. Él que había dado tanto a Ferrari, se veía relegado al segundo lugar en la scuderia. Ni el gran Enzo Ferrari pudo recomponer una situación que se iba a deteriorar a una velocidad tal que nadie pudo evitar los acontecimientos que de allí a poco iban a sacudir al equipo.

La mañana del 8 de mayo, Pironi había hecho la pole provisional. Quedaba poco para que terminaran los ensayos. Villeneuve salió con su coche a por todas. Arrancó la vuelta rápida con unos tiempos espectaculares.

Pero, a las 13.51, al entrar en una curva, Gilles se encontró con el March de Jochen Mass. En vez de frenar para volver a intentar consguir la pole más adelante, decidió pasar por un hueco que solamente él tuvo que ver. Chocó con la rueda posterior del March y su Ferrari despegó literalmente para dar varias vueltas de campana en el aire, y él fue catapultado del habitáculo. Se estrelló contra las redes de protección, muriendo en el impacto. Y, con él, la leyenda.

Recuerdo que empecé a llorar en silencio. Murió sin ser campeón del mundo.

Enzo Ferrari nunca quiso hablar de lo ocurrido. Fue como si hubiera perdido a un hijo (que de hecho había perdido unos años antes, sustituido, de alguna forma, por ese loco canadiense). Se sintió responsable por la muerte de “su” piloto. Para él, se trató posiblemente del momento más doloroso de su vida deportiva.

Pironi, también profundamente afectado, iba primero en el mundial. Pero el 7 de agosto, en los ensayos del Gran Premio de Alemania en Hockenheim, tuvo otro grave accidente y estuvo a punto de perder la vida. No obstante eso, Keke Rosberg (Williams) consiguió proclamarse campeón del mundo tan sñolo a dos carreras del final de la temporada.

El año maldito de Ferrari terminó con un título de constructores celebrado entre las lágrimas de ingenieros y mecánicos.

Así que hoy me aburro con los Schumacher, Alonso, Massa, Hamilton y Raikkonen de turno; con la spy story en la que McLaren se hace con los diseños de Ferrari. Primero es absuelta y luego, gracias a la “colaboración” de Alonso y de De la Rosa, se descubre que efectivamente todo el mundo en la scuderia británica utilizaba esos documentos. ¡Vaya con el fairplay!

Veo cómo los coches se adelantan en boxes, durante los repostajes, y me pregunto cuándo volveré a ver a un Villeneuve y a un Arnoux, con sus coches tocándose rueda con rueda, para luego saludarse tras la línea de llegada, entre deportistas y pilotos de los de verdad.

Para los que nunca habéis estado en un Gran Premio, no hay nada como el ruido ensordecedor de un motor de Fórmula 1, arrancando y alcanzando revoluciones.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Esperanza de vida...

He pasado unos días en Londres y he tenido tiempo de leer un artículo muy interesante, basado en un estudio del Journal of Epidemiology and Community Health. De por sí, el nombre de la entidad da escalofríos.


Pues el estudio analiza la esperanza de vida de las estrellas del rock y el pop en el mundo. El dato, la verdad, es impresionante. Resulta que los mitos de la música tiene el doble de posibilidades que el resto de la población mundial de morir antes de tiempo. El estudio se basa en 1.050 músicos americanos y europeos que han conseguido la fama entre 1956 y 1999.


Además, la posibilidades de que una estrella muera aumentan de forma exponencial en los primeros cinco años desde que se hace famosa. Los europeos, encima, viven menos que sus colegas americanos. Su esperanza media de vida es de 35 años, contra los 42 de los americanos. Sin embargo, si nuestras estrellas consiguen alcanzar los 25 años de carrera musical, vuelven a entrar en las medias de esperanza de vida del resto de mortales. Los americanos, no. Siguen teniendo un porcentaje muy elevado de posibilidades de morir. O sea, los europeos, de alguna manera, si sobreviven a la fama sientan cabeza...

Por supuesto, las razones de tan poca esperanza de vida son las obvias: drogas, alcol, suicidios... Vamos, lo normal en estos casos. Son pocos originales.

Como decía la canción, "I hope I die before I get old", My Generation, The Who, 1965.

viernes, 31 de agosto de 2007

Entrevista de trabajo


Bueno, hoy no tengo mucho tiempo para escribir algo "útil" para la humanidad. Así que he pensado que lo mejor es que otros me echen una mano y hablen de algún tema importante, que pueda ser de ayuda a la mayoría de nosotros.

Por eso, he recurrido a Monty Python. Éste es un vídeo muy interesante sobre las cosas que pueden ocurrir durante una entrevista de trabajo. Creo que nos da una lección de cómo reaccionar a las preguntas de nuestro entrevistador.

Siento los subtítulos, pero es la mejor versión que he encontrado.

En fin, always look on the bright side of life...

miércoles, 29 de agosto de 2007

8 de septiembre V-Day

Iscriviti al Vaffanculo Day

Hoy voy a hablar de una iniciativa que nos concierne a los italianos, pero que supongo se podría reproducir en otros países. Porque, vamos, creo estamos todos en la misma situación.

El 8 de septiembre, se celebra el V-Day... ¿Qué es? Pues resulta que Beppe Grillo, un cómico muy conocido en Italia, desde hace años ha decidido luchar contra el sistema, proponiendo cambios radicales en la forma de hacer política, de hacer "sociedad". Tras muchas campañas de denuncia contra el poder político (a Berlusconi le apodó psico-enano) y económico, nos propone hacer un gesto en contra de las instituciones italianas, convocando el Vaffanculo Day. Creo que no hace falta una traducción...

Os traduzco cómo él mismo describe la iniciativa:

"El 8 de septiembre será el día del Vaffanculo day, o V-Day. Algo entre el D-Day del desembarco en Normandía y V de Vendetta. Se celebrará sábado 8 de septiembre en las plazas de Italia, para recordar que desde 1943 nada ha cambiado. Ayer el rey huyendo y la Nación a la deriva, hoy políticos blindados en los palacios, inmersos en problemas “culturales”. El V-Day será un día de información y de participación popular".

Para explicar un poquito más de lo que se trata, la idea es ir ante ayuntamientos, diputaciones, gobiernos regionales y el mismísimo parlamento italiano con el fin de decirle a nuestra clase política "Vaffanculo!!". Que no cuenten ya con nosotros.

Lo increíble es que italianos de todos los países han decidido apoyar esta protesta y plantarse frente a las embajadas y consulados italianos para decir ellos también "Vaffanculo!". En España, de momento, sé de un chaval que con un par de amigos irá al consulado en Barcelona, en la Calle Mallorca, pero desconozco si hay algo planeado también para Madrid. De hecho, he decidido apuntarme al foro que se ha creado a través del blog de Beppe Grillo (hay versión en inglés y, próximamente, en japonés). Si os interesara saber algo más (hay cosas también en español), podéis visitar el Meetup español (http://beppegrillo.meetup.com/264/boards).

Vamos a ver qué pasa. Probablemente, no mucho. Sin embargo, que en toda Italia y en algunos rincones del resto del mundo salgan unos cuantos italianos cabreados, tras décadas de resignación, a mí me hace ilusión.

Hombre, y si se cuela algún español en las manifestaciones, yo no se lo digo a nadie, prometido...

Podéis descargar el panfleto en español aquí.

martes, 28 de agosto de 2007

La lectura

Para algunos debe de ser bastante fácil empezar un blog, una vez decidido un tema. Se puede hablar de muchas cosas. Básicamente, lo que cuenta realmente es expresar interés por algo específico y, con un poco de suerte, aparecerá una comunidad de frikis; porque frikis somos todos.

Yo adoro la literatura. Bueno, admito que adoro la lectura. Y, total, literatura es un vocablo al que cada uno le otorga el significado que quiera. Para académicos y eruditos, supongo que literatura significa una lista impresionante de autores que, a lo largo de la historia, han dejado como herencia lo que hoy llamamos clásicos. Hay literatura moderna, por supuesto. Sin embargo, es cada día más difícil formar parte del distinguido club de maestros.

Es el ejemplo, creo yo, de la decadencia cultural que estamos atravesando. No nos atrevemos a coger ese libro en ese estante y atrevernos a saborear sus palabras. Es posible que tengamos que escupir enseguida páginas de sabor agrio, hasta estropeado. Si lo pensamos un poco, los propios editores a veces juegan a eso. Según la portada o el título, nos dejan entender qué es lo que tenemos que esperarnos de cada obra. Como si fuéramos estúpidos: “tú, bestsellers”, “tú, novela romántica empalagosa”, “tú, ensayo político barato”.

Luego, de repente, aparecen nuevos héroes, subidos a los altares como grandes relatores de nuestra mundana y cotidiana miseria. Pero son bazofia. Es otra forma de engañarnos. Me gustaría cuantificar las veces que nos hemos atrevido a leer un libro que, obviamente, nos parecía hasta vergonzoso llevar encima hasta la caja de nuestra librería favorita.

Creo que hay que ser ávidos de palabras. Da igual de dónde venga. Lo que importa es que podamos terminar ese libro, dejarlo en la página 20 o solamente leer su prólogo y decir: “menuda mierda”.

Hace poco, compré los primeros tres libros de la saga de Patrick O’Brian, Master and Commander. Cuando era chaval, me leí alrededor de diez de ellos (son veinte en total). Luego, vino la película y quise recuperar esa lectura de aventuras que tanto me había marcado en la niñez. Autores del calibre de Salgari, Verne o el propio O’Brian me habían entretenido durante horas, especialmente cuando estaba enfermo (si no, la verdad, prefería la calle y los amigos…). Pues con Master and Commander me di cuenta de que ese mundo de fantasía es un maravilloso oasis de tranquilidad, probablemente hecho de una gran inmadurez. Sin embargo, el estrés de hoy necesita que le pongamos todas las trabas que podamos para que no se haga con nosotros y nuestras ganas de hacer cosas.

Eso no quita que también necesite algo menos light, por describirlo de alguna forma. Y nadie me quitará nunca el placer de leer Cesare Pavese, Paul Auster, Alessandro Baricco (¡cuántos detractores y cuán poca idea de lo que Seda ha significado para una generación entera!), Truman Capote y un largo larguísimo etcétera.

Recomendadme libros, por favor, y no os cortéis, que no soy quisquilloso…

lunes, 27 de agosto de 2007

Hola mundo

Todo empieza hoy, de nuevo. He decidido que es hora de arrancar con mi blog, tras cinco años desde su creación. Sí, efectivamente. En 2002, entré en blogger por primera vez, pero nunca arranqué. Supongo que es porque no tenía ni idea de qué quería hablar.
Hoy se me ha occurrido que el tema en sí no tiene ni la más mínima importancia. Creo que lo importante es hablar de todo lo que nos rodea y compartirlo para abrir la mente y descubrir lo que el mundo puede llegar a pensar de ti. A lo mejor, nadie leerá esto. Da igual. Allá va...