lunes, 27 de julio de 2009

El mismo silencio de siempre



Una imagen. Un coche empotrado contra un muro de neumáticos verdes. Un casco amarillo, ligeramente inclinado hacia adelante. Inmóvil. Detrás del coche rojo, el rastro de goma, dos líneas negras en el asfalto, rectas, sin señales de reacción, aparte de una ligera frenada.

Se acercan los comisarios. Miran, llaman por radio. No se atreven a tocar nada. De hecho, no se atreven ni a mirar más de lo que ya vieron.

Un zumbido en mi cabeza. Es un recuerdo, lejano: Senna. El silencio, como siempre; como siempre ha ocurrido en estos casos. Una idea horrible. Ese silencio presagia muerte.

Llega un Mercedes plateado. Baja alguien. Comprueba la situación.

Después, un par de comisarios levantan una lona para que nadie vea cómo extraen al piloto del coche. Será una medida inútil. Veremos su ojo tumefacto en todos los periódicos online. Veremos que el terror está impreso en la única pupila abierta. Pero eso vendrá después.

Las primeras noticias. está consciente. Se mueve. Habla, en fin, está vivo.

Llega la eterna y más que repetida repetición de un muelle que bota en el asfalto para chocar contra el casco del piloto. Luego, al audio nos permite escuchar cómo el piloto, ya desmayado, pisa tanto el acelerador como el freno, cómo se salta la curva para seguir recto, mientras la potencia de su monoplaza va disminuyendo. No lo suficiente, pero, por lo menos, el choque contra las protecciones no será tan duro.

Las manos pegadas al volante, hasta el choque, cuando esas manos se caen sin prácticamente vida y la cabeza golpea el volante y los miles de botones que lucen, como si fuera el mando de la play.

Después de Surtees jr., la muerte ha vuelto a sobrevolar las competiciones automovilísticas. Creí que habíamos perdido a Felipe. Pero no. Esta vez, no. Un susto, nada más. Pero ese silencio hacía años que no lo escuchaba. Es el mismo de siempre.

lunes, 20 de julio de 2009

El secreto de las cosas

Open book with black and white drawingsImage via Wikipedia

Como muchas otras de mis aficiones, el ajedrez es una cosa que va y que vuelve en mi vida cotidiana. Lo que sí entendí, hace muchos años, es que mi nivel iba a ser bastante pobre. Y eso que lo intenté. Intenté estudiar y practicar, pero te das cuenta de que nunca vas a ser un buen jugador, a menos que no dediques horas y horas todos los días. Bueno, asimilé este hecho y, ahora, me lo tomo como debe ser: una afición a la que dedico tiempo cuando estoy relajado y que me sirve para entretenerme.

Con el fin de aprender a jugar al ajedrez, sin embargo, me compré un montón de libros. Cada uno de ellos debía revelarme la "gran verdad" que se escondía detrás del juego. Pero ninguno de ellos fue... revelador. Estudié, leí, pero seguía sin entender realmente el secreto. Hasta que me di cuenta de que mi nivel mejoraba (hasta cierto punto, claro) aplicando esa teoría en combinación con mi propia forma de pensar. La teoría me proporcionaba ciertas pautas, pero esas pautas no me hacían jugar mejor. Era el hecho de enfrentarme a un oponente y a un tablero lo que me permitía captar, de vez en cuando, el sentido de este juego.

El porqué de un caballo que mueve antes que una torre lo descubres cuando metes la pata y tu oponente te machaca porque tu apertura ha sido poco coordinada. Además, los libros y la teoría no pueden explicarte lo imponderable. Estudias un repertorio mínimo de aperturas: Ruy López con blancas y Defensa Siciliana con negras... Muy bien. Estupendo. Te conoces por lo menos los primeros 12 movimientos de cada una. Aprendes un par de variantes y crees que, con eso, tienes suficiente. Ni de coña... Resulta que el adversario no tiene ni pajolera de aperturas, no ha abierto un libro de ajedrez en su vida y te está metiendo una paliza de leyenda, porque, con sus movimientos, ni has podido desarrollar tu maravillosa Ruy López o te ha abierto "cerrado", con lo cual no te has preparado nada aparte de la Siciliana que, por cierto, ya te la puedes meter donde te quepa.

La lección que aprendes es que la teoría no te sirve de nada. Si te quedas anclado a ella de forma mecánica, no llegas a ningún sitio, porque no estás preparado a enfrentarte a una partida real. Y esto ocurre en todas las cosas de la vida.

Porque el ejemplo de los libros como forma de aprender; de la teoría como ley para aplicar en cualquier actividad es un camino que lleva directamente al fracaso.

Llevo años leyendo y formándome. Siempre cometo el mismo error. Cada vez que encuentro un texto que me tiene que ayudar a entender algo (da igual que sea para el trabajo o para cualquiera de mis aficiones), siempre busco la verdad absoluta. Pero ningún texto ha sido capaz de darme "la respuesta".

Lo bueno es que, después de tanto tiempo, he entendido que estudiar sirve para adquirir información, siempre útil, pero que la única forma de conocer el "secreto" de las cosas es crear mi propio "secreto". Porque sí, el secreto está en esos textos, en esas frases y en esas teorías, pero depende exclusivamente de cómo tú las apliques a tu mundo. Por eso odio a los que citan constantemente. Yo puedo hablar de mis fracasos como experiencia de vida (laboral o profesional) y puedo analizar lo que otros han hecho, pero copiar (y de eso se trata cuando solamente te ciñes a la teoría) es la peor solución. La verdad absoluta reside en cada uno (qué frase más asquerosa...).
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sábado, 11 de julio de 2009

Cuestión de tipo

Point size comparison of the typefaces Georgia...Image via Wikipedia

Abrimos un nuevo documento de Word. Empezamos a escribir en nuestro documento en blanco, cuya visualización nos recuerda la hoja, pero ésta es virtual. Mientras redactamos, estamos trabajando con algo que forma parte de nuestras vidas, aunque no nos demos ni cuenta. O sí... Estoy hablando de las tipografías, las fuentes, los caracteres, con o sin remate.

Si estamos trabajando en una versión anterior a Office 2007, por defecto, escribimos en Times New Roman. Si, por el contrario, disponemos de la última versión de la suite de ofimática de Microsoft, empezamos con la fuente asimétrica y sans-serif, Calibri. En fin, que terminamos y decidimos, dependiendo del tipo de documento, qué fuente vamos a utilizar. La que nos gusta más, que nos hace sentir más cómodos.

Pero volvamos a la Times New Roman. Nadie sabe que este tipo de fuente lo diseñaron Stanley Morison y Voctor Lardent para el periódico The Times. Fue en 1931 y todo a raíz de un artículo del propio Morison, en el cual criticaba duramente el periódico por utilizar unas tipografías malas y anticuadas. Como la fuente utilizada por el Times se llamaba Times Old Roman, pues él la nueva la llamó Times New Roman.

Todo este preámbulo para decir dos cosas. En primer lugar, que detrás de una tipografía existe un mundo casi siempre desconocido para el lector. Es el de los diseñadores de fuentes, con sus corrientes, sus "talibanes", sus puristas, sus innovadores. ¿Por qué? Pues porque detrás de un libro, un documento de Word, una revista, un periódico, un anuncio en la calle, cualquier lugar en el que hay que leer un mensaje, existe alguien que se preocupa de que eso se lea, sea legible.

Son unos artesanos, capaces de crear sus caracteres en madera, esculpiéndolos, letra a letra, antes de pasarlos a papel, con el único fin de que nuestros mensajes, nuestra comunicación sea comprensible. Detrás de esos símbolos, las letras, hay enfermos de la legibilidad, y, sin su enfermedad, valdría cualquier cosa.

La segunda es que estoy leyendo un libro estupendo, capaz de revelar, justamente, lo que se esconde en ese mundo de los diseñadores de fuentes y el porqué de tanto afán para conseguir una mejor legibilidad. El libro es ¿Qué ocurre mientras lees? Tipografía y legibilidad, de Gerard Unger, uno de los diseñadores de tipografías más importantes de la era actual.

Así que, cuando leamos, paremos un momento y apreciemos el trabajo de algún artesano que ha logrado que nos costara menos disfrutar de nuestra lectura.
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viernes, 10 de julio de 2009

Vagos y maleantes

Ufff... En los últimos meses, estoy metido en una interminable investigación de mercado. Quiero, en primer lugar, tener una radiografía lo más completa posible de lo que ocurre allí fuera y, luego, ver un poco qué reacción hay por parte de la gente, de los profesionales y de las empresas acerca de las ya no tan nuevas formas de comunicarse, especialmente online.

Hombre, ya que estoy metido hasta las cejas en mi proyecto de empresa que, por fin, ha cuajado en algo muy concreto y que me gusta cada día más, creo que es lo suyo. Pero, que nadie se preocupe, de momento, no voy a marear a nadie con datos o con tecnicismos. Porque éste sigue siendo un blog personal y anárquico, en el que seguiré escribiendo lo que me dé la gana, independientemente de cualquier otra consideración.

Realmente, la excusa para escribir hoy (maldita dislexia, si dejara el post tal y como me sale del teclado, qué de risas...) es que llego a una conclusión muy interesante, a mi modo de ver. Con la comunicación empresarial y corporativa cada vez más presente online, más que nada por una cuestión de supervivencia, se acabó la era de los vagos.

Me explico. Los departamentos de marketing y comunicación se ven en la obligación de trazar planes mucho más intensos, con cadencias diarias en su actuación de cara al mercado. Si la empresa se mete en la era 2.0, con sus blogs, twiteando, sus canales en las redes sociales y un largo etcétera, los responsables de su comunicación no pueden parar ni un momento.

Antes, planificabas el año, en base a distintos criterios, y, en algunos departamentos, la realidad era que se dejarían llevar por el plan, por las directrices corporativas y por el mercado, en base a los productos, sus lanzamientos, índices de ventas, recortes de presupuesto, etc.

Pues a esos vagos (que eran una minoría - ¿o no?), se les acabó el chollo. Y los que aún no se hayan enterado, cuando tengan que adentrarse en la métrica de la reputación corporativa, se enterarán, seguro.

En el fondo, no tiene que significar más trabajo o una amenaza de explotación. Es una manera más lógica de plantear las cosas. Pero, claro, parte importante de la responsabilidad la tendrán los empresarios, los directivos, cuya responsabilidad consiste hoy en aportar todas las herramientas necesarias para que sus profesionales de la comunicación puedan formarse como es debido.

Lo triste (a lo mejor, no tanto) es que los vagos vagos, aquellos que no podrán con su pereza innata, desaparecerán. Surgirán nuevos vagos, pero vagos 2.0. Seguro que se puede ser vago en cualquier era de la historia o en cualquier etapa de la vida, personal y profesional.

a lanzar la máquina

Es algo cutre, pero !me gusta!
Gracias al operador! ¿Quién será?

miércoles, 8 de julio de 2009

Educación... ¡ante todo!

what are word for?Image by Darwin Bell via Flickr



En esta gran aventura en la que me he embarcado (crear una agencia de marketing y comunicación), he podido confirmar una de mis teorías: lo primero es educar al cliente (o potencial cliente). Realmente, estamos hablando de educación (las bases) y formación (el progreso). Pero hay que hacerlo, no queda más remedio.

Vivimos bombardeados por una sociedad de la comunicación que ya no tiene límites. Los mensajes son muchos y, a la vez, confusos. Esto significa que oímos hablar de Internet, de las redes sociales, de cómo todo esto ha cambiado nuestras vidas y nuestra forma de comunicarnos con el exterior.

Bien. Yo digo, la comunicación sigue basándose en el mismo concepto: una necesidad básica para cualquiera (seres humanos, empresas, ideas). La gran diferencia es que hoy, lo quieras o no, los demás comunican por ti, especialmente si eres pasivo a la hora de participar en la transmisión de tu propio (con lo cual, de tu propiedad) mensaje.

Si uno lo piensa detenidamente, la palabra sigue siendo el elemento primario dentro de la comunicación. Es el elemento más pequeño de un organismo multicelular y multimedia. Lo que pasa es que el organismo en sí se ha desarrollado aún más. Hoy puedes hablar, escribir, fotografiar, grabar en vídeo, etc. ¿Qué es lo común para todos estos elementos? Pues la palabra, claro. A lo mejor, ahora la llamamos etiqueta, tag, keyword, etc. Eufemismos para lo mismo: palabras. Es la única forma que tenemos, a lo largo de toda nuestra evolución, por cierto, de discernir un mensaje de otro, una diálogo de otro. Por eso, la comunicación sigue basándose en el uso de la palabra.

Por eso, cuando me planto ante un potencial cliente;, alguien quien, se supone, va a contratarme para comunicarse, tengo la obligación de educarle (por supuesto, no siempre). Tengo que alejarle del concepto equivocado de las perlitas que brillan, de todas esas tentaciones que, estéticamente, serán una maravilla, pero, al fin y al cabo, aportan cero.

Siempre hago la misma pregunta: ¿tú qué quieres comunicar? ¿Qué quieres decirle a los que están allí fuera? Claro está, a veces, no puedo ser tan explícito. Pero a menudo, sí que lo soy. Porque ésa es la base. Da igual lo que hagas, da igual lo que vendas. Siempre tienes que transmitir lo que realmente quieres decir. Más aún hoy en día, que no puedes quedarte sin participar en la conversación global que habla, directamente, ¡de ti!

No me considero ninguna eminencia, lo juro. Pero, tal y como decía hace un par de días, soy un artesano de las palabras y creo que, si no pierdo este rumbo, podré hacer cosas realmente enriquecedoras.
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domingo, 5 de julio de 2009

Te pido perdón

Por la semana tan rara, por las cosas sin decir, por mi voz apagada, porque te quiero, te pido perdón.



jueves, 2 de julio de 2009

Me doy de alta

Bueno, me doy de alta en Technocrati... Ya era hora, supongo...

Technorati Profile

Offline

Media Offline equals 45 minutes of staring int...Image by richeditor via Flickr



Hace un siglo que no escribo nada en mi blog. Como siempre, tengo una buena excusa. La verdad es que mi proyecto de agencia de marketing y comunicación me está absorbiendo por completo. Pero, paso a paso, se está transformando en algo tangible. Y tan tangible: tengo ya despacho (que no es oficina).

Mientras escribo, pienso en todas esas cosas por las que uno debería tener cuidado a la hora de publicar en Internet. Pienso en lo que ahora se ha convertido en algo fundamental: la reputación online. Sin embargo, sigo viendo este blog de la misma manera, como cuando lo abrí: con una mentalidad offline.

Ejemplo: podría decir "he abierto oficina". Queda mejor, ¿verdad? Pero es mentira, voy paso a paso y sólo yo (bueno, junto con mi pareja, mis socios y algunos de mis amigos) sé el esfuerzo que me está costando (esfuerzo y dinero, mucho dinero). La máquina de la comuincación, así se llama mi empresa/agencia/consultoría, etc., es mi criatura. Le estoy dando de comer, ropa para vestirse, es mi niña bonita. Ésta es mi reputación.

Claro está que, al hablar de marketing y comunicación, todo cuenta, especialmente ahora en la era de los social media. Pero sigo pensando que una cosa es mi niña bonita (mi profesión) y otra es mi vida. Creo, sinceramente, que Internet también vale para lanzar palabras al viento, por eso "palabras sin techo".

Tengo cuarenta años y he adquirido mucha experiencia. Lo que me intriga, sin embargo, es ver cómo te tienes que reciclar cada dos por tres, porque lo que hiciste ayer vale muy poco; de hecho, nada. Manejo mucha información (demasiada) y esto siempre ha chocado con mi forma de pensar (hablo de la mecánica, no de mis ideas e ideales). Si ya de por sí mi cabeza no me deja en paz ni un momento, con tropecientos pensamientos que causan prácticamente angustia, la información que intento adquirir cada día que pasa no hace otra cosa que "empeorar" las cosas.

Por eso, llevo tiempo sin escribir en este blog. Que no está pensado para mejorar en el ranking de buscadores. No me ocupo de SEOs, de reputation trackers y demás. Tan sólo le doy salida a algunos de esos pensamientos, para abrir hueco a los que vendrán. Pero, claro, con la máquina todo ha cambiado. La máquina aún no puede andar sola, necesita mucha atención y mucho trabajo.

Pero el post de hoy es, posiblemente, la peor excusa de todas, ya que quería hablar de otra cosa, pero mi cabeza se las ha ingeniado para que, al final, le diera vueltas al asunto sin mencionarlo nunca directamente.

Se nota que hoy estoy offline completamente.
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