domingo, 9 de agosto de 2009

No te rindas (I y II)

“No”
Una palabra. Un concepto. El resumen de una vida.
“Desayuna…”
Un intento de algo. ¡Algo, por Dios!
“No”
El rechazo al intento desesperado.
“… algo”
La rendición ya programada, implícita, cada vez más humillante, pero a la vez menos traumática.

I. Alberto y Julia
Alberto está casado con Julia, desde hace ya veinte años. Alberto hace mínimo quince que no consigue hilar más de dos o tres palabras cuando habla con Julia. Ella le contesta igual, pero ella no era así antes.

Alberto y Julia tienen un hijo, Jorge, de dieciséis años. Jorge tampoco habla. Jorge no está prácticamente en casa más de lo estrictamente necesario. Porque Jorge fue educado con el silencio y las frases a medias.

Alberto se levanta a las seis horas y cuarenta y cinco minutos de la mañana, todos los días, de lunes a domingo. Entre semana, sale a trabajar a las siete y treintaicinco minutos. En fin de semana, a la misma hora, sale a correr al parque, para volver a las diez y pico, para ducharse y salir de nuevo a comprar el periódico y el pan. Tan sólo transige y no respeta el horario previsto y prefijado, en caso de que haya que acompañar a Julia a hacer compras, si lo que el súper entrega en casa no es suficiente.

Alberto nunca desayuna. Toma café, negro y sin azúcar. Y se va. Coge el coche en el garaje y tarda exactamente veintiocho minutos en llegar al trabajo. Es un ejecutivo, Alberto. Es un hombre de éxito. Dirige el departamento financiero de una multinacional alemana en España. Adora la precisión, pero no entiende por qué le vendieron la moto de que los alemanes son precisos. No, resulta que son humanos. La cagan igual que todos, españoles, italianos, franceses, ingleses y un largo etcétera.

Alberto siempre le da un beso en la mejilla a Julia antes de salir. Es una costumbre. Es una manera de indicar que están casados. Se quieren, o por lo menos eso pone en el papel. Sí, el de la iglesia en la que se casaron, hace veinte años.

Para Alberto, los veinte años de matrimonio han sido una ocasión especial, no un aniversario como otro cualquiera. Han supuesto una cena en el restaurante más trendy de Madrid, flores, un reloj de Baume&Mercier para ella, un iPhone para él y hasta un coito sin miedo y sin protección. Fue buena idea la vasectomía, a pesar de la frecuencia bastante escasa de relaciones íntimas con Julia. Por si acaso.

Es opinión de Alberto, y no sólo de él, que Julia es una mujer atractiva, a pesar de sus cuarenta y tres años. Todavía no está menopáusica, va todos los días al gimnasio después del trabajo y sus pechos son tan firmes como sus costumbres y, bueno, su sonrisa cáustica.

Alberto considera que está casado con Julia porque ella es una mujer inteligente. Es arquitecta. Trabajadora, ésa es la definición que Alberto usaría para hablar de Julia. Así que Julia es atractiva, no menopáusica y trabajadora. Esas tres características definen a Julia a la perfección.

De hecho, Alberto no escatima a la hora de hacerle regalos. Cuando toca, pues él no piensa en el precio, ni se deja llevar por sentimentalismos: lo mejor para Julia y punto.


II. Alberto y Jorge
Alberto cree que Jorge es autista. No está casi nunca en casa y, si lo está, se queda o bien embobado delante del televisor o bien en su habitación.

Alberto se pregunta qué tal estudiante es Jorge. Por lo visto, Julia nunca se ha quejado. Pero Alberto pregunta. “Jorge, ¿qué tal la escuela?”. Y, como Jorge dice “bien”, así será. Julia no se queja.

Alberto constata que Jorge nunca trae amigos a casa. ¿Es que Jorge no tiene amigos? A Alberto se lo parece. Le preguntó a Julia por los amigos de Jorge y Julia contestó “no conozco a ninguno”. “Pero ¿tiene alguno?”, reiteraba Alberto. “Ninguno que yo conozca”, afirmaba Julia.

Con lo cual, Alberto está seguro de que Jorge no tiene amigos. A lo mejor, tiene compañeros en la escuela. Pero amigos…

Alberto se pregunta si Jorge es gay. Nunca le ha oído hablar de chicas. Nunca le ha visto reaccionar ante un desnudo en la tele. Y eso que Alberto le observa. A Julia un día se lo preguntó, “¿es Jorge gay?”. Julia, sin rechistar, contestó, “será lo que quiera ser”.

Alberto pensaba que un hijo, con la adolescencia, se convierte en un volcán. No debería parar de hablar, de contestar, de protestar, de rebelarse, vamos. Alberto estaba convencido de que Jorge, de adolescente, empezaría a dar problemas, pero no. Jorge no da ningún problema. No protesta ni se rebela. Acata las decisiones familiares sin inmutarse.

Para Alberto, Jorge es un buen hijo. Pero Alberto no recuerda cómo era él con la edad de Jorge. Lo único que le preocupa, sin embargo, es ser un buen padre para Jorge.




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No te rindas by Marco Odasso is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

1 comentario:

Mª Isabel de Echeberría dijo...

Muy bueno !
Qué retrato tan fiel y ágil de situaciones no tan infrecuentes como se pudiera creer...!