martes, 25 de agosto de 2009

(Intermedio) Educación y formación

Siempre he tenido un interés especial por la formación. Especialmente en esta etapa de mi vida, en la que mi formación (formal) se acabó hace tiempo. Hoy, mi aprendizaje proviene, en gran parte, de los nuevos profesionales, los jóvenes que arrancan en cualquier industria o profesión.

Acabo de estar con un grupo de ellos y tengo que admitir que mi admiración es aún más fuerte. Los escucho hablar y me doy cuenta de que algo bueno está pasando. Tengo que admitir que soy una persona bastante crítica con los que empiezan (pero me llaman pitufo gruñon...), pero es porque me enfado al constatar, a veces, que un joven profesional (entre 25 y 30 años) se pueda acomodar o decida dejar de lado su creatividad. Y el grupo con el que me encontrado me ha callado la boca y me siento muy contento por ello.

Estoy firmemente convencido de que la formación, la educación, hoy debe ser una forma de compartir el conocimiento por parte de una generación que ya tuvo la oportunidad de cambiar las cosas con la generación que la va a sustituir. Es un aprendizaje que no puede tolerar ya el adoctrinamiento. El concepto de cátedra, en el año 2009, es algo inaceptable, por el sencillo hecho de que la cátedra la debe ocupar el alumno. Yo, profesor (no hablo de mí que no lo soy), te digo lo que he hecho, por qué lo he hecho y de qué manera. Ahora, tú, alumno, tienes que plasmar sobre mis conocimientos los tuyos, lo cuales se imponen. Porque es ahora cuando te puedes equivocar. O mejor, cuando el nuevo experimenta y, sin duda alguna, mejora lo existente.

El mundo, tal y como lo conocemos, ya cambiado de una forma tan radical que es imposible imponer el conocimiento. Éste se comparte y se modifica, porque se avanza. Es mi generación la que tiene que aprender, ahora, para no quedarse fuera de juego. Y el educador se convierte en un provocador y estimulador de ideas, de experimentos. Los supuestos sabios, los gurús, no tienen otro remedio que aceptar que el que viene, lo hará mejor. Por pura evolución. Restringir la capacidad de probar y arriesgar es un error tan grave y absolutamente imperdonable en la educación actual. Por eso mismo, hoy hablamos de edupunk. Porque ha empezado la era de aprender de verdad.

Además, siempre he considerado que el papel del educador es crucial, tanto que es una aberración que a los profesores y maestros se les pague menos que a los banqueros, a los financieros, a los grandes empresarios. El educador tiene que proteger el valor más importante de nuestra sociedad: las nuevas generaciones. Si se pudiera mejorar el sistema, en este sentido, fomentando la educación como el gran laboratorio de ideas para mañana, posiblemente nos ahorraríamos, en cierta medida, el proliferar de la xenofobia, de la intolerancia, de la violencia.

Por favor, a los de mi quinta, y a los que tienen algún que otro año más que yo, un consejo: escuchad lo que aportan estos jóvenes, a veces acojonados, otras demasiado lanzados. Es gratificante conocerles.

Puede que éste sea un post de viejo, pero no lo creo.

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