miércoles, 19 de agosto de 2009

No te rindas (VIII)

“Tu padre debería dejarlo”
¿El qué?
“¿El qué?
“El tabaco”
A qué viene eso…
“¿A qué viene eso?”
“El otro día hablé con tu madre”
¿Por qué?
“¿Qué te dijo?”
“Que tu padre tiene que dejar de fumar, que tiene la tensión alta”
Y a ti qué te importa...
“Si fuma tres pitillos al día”
“Fuma más. Tu madre me ha dicho…”
¿Por qué hablas con mi madre? ¿Por qué mi madre habla contigo?
“… que fuma casi una cajetilla diaria”
Esto es absurdo.
“Vale, hablaré con él”
“Eso, que tu madre está muy preocupada después del infarto”
El infarto… ¿Cuándo fue eso? El verano pasado.
“No te preocupes, hablaré con él”
“Tu madre te lo agradecerá”
Tú qué sabrás.


VIII. Alberto y las sugerencias
Facebook le envía mensajes a Alberto por correo electrónico. Alberto los mira. No se puede creer que tenga tanta actividad social en tan poco tiempo.

Facebook le dice que alguien ha comentado su estado, que “qué tal la reunión”. Alberto se escandaliza por tan poca discreción en lo que se refiere al trabajo. Pero Alberto también tiene que reconocer que fue él quien instigo la conversación virtual, al comentar que tenía una reunión.

Facebook, además, le explica que a otra compañera le gusta su estado. Y que dos ingenieros le dan la bienvenida “al mundo de las redes sociales, jefe!!!”. Pero a Alberto le molesta que el jefe de ventas le diga que tenga “cuidado, que esto del fb engancha!”

Facebook le dice que ha sido invitado a un evento. Se trata de una quedada “entre los del curro, a las 7 en el bar Los 20 pintxos”. Alberto se encuentra ante un auténtico dilema. Sí, asistirá. Es posible. No, no podrá asistir. Alberto no sabe. Confirma. ¿Tendrá que ir?

Facebook le propone sugerencias. ¿Quiere ser fan de Asturias? Tres de sus amigos lo son. Alberto no tiene nada en contra de Asturias pero allí no se le ha perdido nada. Es fan.

Facebook le invita a formar parte del grupo “los curritos” de su empresa. Él no es un “currito”. Acepta.

Facebook le sugiere ser amigo del director general. Él no es amigo del director general. Alberto no sabe si agregar a sus amigos o no. Si no lo hace, ¿el director general se dará cuenta de que ha omitido esa sencilla acción? Alberto siente una extraña presión social sobre él. Agrega. ¡No! En horario de trabajo, no. Qué error. No pasan ni quince segundos y descubre en su perfil que el director general ha aceptado su solicitud. De hecho, le escribe en su muro que se alegra de ver que, por fin, “has dejado de lado tu escepticismo!” El director general nunca le tutea ni él tutea al director general.

Facebook le recuerda que lo suyo es que complete su perfil subiendo alguna foto. No solamente Facebook se lo recuerda, sino que también otros tres compañeros. Alberto no tiene fotos. Pero Alberto se acuerda de que tiene iPhone. El iPhone tiene cámara. O sea, que la cámara sirve para que uno se haga fotos, las pase al ordenador y, del ordenador, las suba al Facebook. Alberto se hace una foto. Extiende el brazo y supone que, más o menos, debería haberse enfocado. Le da la vuelta al iPhone y comprueba que, efectivamente, ha salido una foto muy digna. Será su foto de perfil. Ahora, toca subirla. Habrá que encender el bluetooth, en el ordenador y el teléfono, asociar los dispositivos y enviar la foto del iPhone a la carpeta de Mis imágenes.

Facebook también existe en el iPhone. Internet, un icono así de grande en la pantalla. O sea, que el iPhone le permite a Alberto subir la foto directamente desde el teléfono. Alberto prueba. Configura su cuenta y sube la foto. Refresca su perfil en el ordenador. ¡Bingo! Su foto ha sido publicada correctamente.

Facebook le sugiere más amigos. Pero, esta vez, no son compañeros de trabajo. Le sugiere una persona que es amiga de un amigo suyo, el jefe de ventas. Alberto por educación le agrega. Aparece la mujer del director general. La conoce porque suele ir a la copa de Navidad de la empresa. También la agrega.

Facebook le sugiere a su primo Roberto. Alberto le agrega pero es distraído por un mensaje en su muro. Resulta que el amigo del jefe de ventas le pregunta “perdona, te he agregado, pero te conozco?” Alberto se sonroja. Tiene que disculparse y pide “perdón, pero es que tu nombre me salía en las sugerencias y pinché en agregar”. Alberto siente vergüenza. Aprende que no hay que agregar a todo el que Facebook le sugiere. En un instante, recibe otro mensaje del desconocido que le explica que “no te preocupes! Nos ha pasado a todos. Bueno, ya hablaremos!”

Facebook le invita a hacerse amigo de… Jorge. ¡Su hijo! Qué interesante. Alberto le agrega. Ahora sabe qué es lo que hace cuando se encierra en su habitación.


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No te rindas by Marco Odasso is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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