miércoles, 30 de septiembre de 2009

Más que un coche

Es oficial. Fernando Alonso será, al fin y tras rumores que han durado casi tres años, piloto oficial de la scuderia Ferrari. El Cavallino Rampante, por segunda vez en su historia, contará con un piloto español, en este caso el mejor de la parrilla actual. Un matrimonio anunciado, con el beneplácito del Santander, próximo sponsor oficial del equipo de Maranello.

Tras todo lo ocurrido en el pasado, me gustaría desearle suerte a Alonso. Formará parte de algo único, indescriptible, y le seguirá una pasión que nunca ha conocido antes. También le insto a asumir una responsabilidad que se le supone a todo piloto en rosso, porque formará parte de la leyenda del automovilismo mundial.

Ferrari es el motor que hace vibrar a niños y mayores, en toda Italia. Es una fe. Es un ruido ensordecedor que hace que todo italiano recuerde la poesía de un doce cilindros que ya pasó a la historia. Es un cura enloquecido que dobla las campanas cada vez que una Rossa llega primera a la meta.

Los que adoramos Ferrari queremos pilotos que lo den todo y más. A Felipe Massa le perdonamos los fallos porque, si hace falta, se la juega. A Kimi Raikkonen no le quisimos nunca, a pesar de ser mejor que el brasileño; le respetamos y le estamos agradecidos por un título ganado in extremis. Pero nada más. Sin embargo, nosotros vivimos por Gilles Villeneuve, por Enzo Ferrari, símbolo de una Italia en reconstrucción, pero que forjó la leyenda que todos admiran.

Pesa mucho, la Rossa. Es un coche difícil de conducir porque te acompañan 60 millones de personas. A lo mejor, no lo celebramos como una victoria de la selección de fútbol. A lo mejor, es que lo llevamos mucho más adentro. Y, a pesar de que la Fórmula 1 actual es un soberano coñazo, cuando vemos a un piloto subido en ese bólido, derrapar por sacarle una centésima más, no podemos evitar vibrar con él.

Forza Alonso! Forza Ferrari!
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