jueves, 1 de octubre de 2009

Cuenta la leyenda...

Cuenta la leyenda que Internet, al fin, adelantó a la mítica "caja tonta", la televisión, en inversión publicitaria. ¿Es un hito? ¿Es un dato histórico? ¿O es, sencillamente, algo trivial?

Por un lado, el momento es propicio, debido seguramente a la actual recesión, en la que la inversión publicitaria global ha disminuido considerablemente. Eso es cierto. Pero también es, a mi modo de ver, la constatación de que los medios convencionales hace tiempo que no son, ya, el epicentro de la comunicación.

Pero ¿qué moraleja podemos aprender de esta leyenda? Pues, probablemente, que los que aún se resisten y piensan que todo sigue igual, desaparecerán lentamente del horizonte. Los que creen que el modelo de negocio, la forma de vender y de venderse sigue vinculada a un derecho adquirido no se sabe muy bien ni cómo ni por qué, son fantasmas, cada vez más transparentes, cada vez más menudos. Ya no los vemos. No nos interesan. No llaman para nada la atención, por mucho que griten, ya no tienen voz.

Por supuesto, la moraleja no es ningún momento que "Internet lo es todo". Para nada. Si alguien piensa que los que estamos emocionados con "esto de la nueva era de la comunicación" es que no vemos otra cosa que Internet, pues, otra vez, no se han enterado de nada. Siguen, sordos, por un camino largo y tedioso hacia el cementerio de los mastodontes inútiles e ineptos.

La moraleja es que, hoy y por fin, lo tenemos todo, pero todo, a nuestra disposición. Y que si alguien no quiere acabar siendo ese fantasma, esa especie en extinción, tendrá que pasar por el aro del juicio universal de la gente. La gente opina y decide mucho más de lo que podía pasar hace años. Porque hoy dispone de un sistema de megafonías cruzadas aterrador. "Tu producto es una caca!!" "Tu música es buenísima" "Tu servicio de atención al cliente da asco", etc. etc. Todo forma parte de una gran conversación, en la que los que nos dedicamos a esto no paramos de sorprendernos, estoicos en la búsqueda de la clave para controlarlo todo, quimera de lo imposible, porque la gente cambia de opinión de una forma que da gusto.

Internet, cuenta la leyenda, recibe más dinero en publicidad que la tele. La tele se resiste. "Yo tengo un 28% de share", grita. No entienden algunos que la "caja tonta" ya no es la bola de cristal a la que todo el mundo le consulta pasado, presente y futuro. Es un objeto más, dentro de un conjunto de voces. Es una articulación de un cuerpo con muchas articulaciones, por donde fluye la información, al fin, democráticamente distribuida, con sus cánceres (véase contenidos poco apropiados, exhibiciones xenófobas y pedófilas). Pero, en general, el cuerpo lo alcanza casi todo. Por Internet, por la pantalla grande, por la radio, por la escritura, por miles de herramientas, incluida la televisión.

Hasta el brazo Internet, cada vez más grande, tiene sus puntos flacos. Es torpe. Tiene problemas de ceguera cuando usa banners; se difumina y se disipa a la velocidad de la luz. Pero, moraleja, todo este caos obliga a ser creativos, a intentarlo. Obliga a estamparse contra la pared con tal de hacer las cosas bien, mejor. Hoy, todos estamos pendientes de un juicio mucho más grande y solemne. No tenemos excusas, porque nuestro público sí que dice lo que piensa y es vulgar, grotesco, alegre, inteligente y estúpido a la vez. Es exactamente como todos nosotros. Creadores, expertos en mercadotecnia, autores, vendedores de humo. Honestos y deshonestos. Ésta es la gran moraleja que se extrapola de aquella leyenda que dice que un día en Internet se invertía más en publicidad que en la tele.

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