miércoles, 2 de septiembre de 2009

3 de septiembre de 1989

Mañana no sé si tendré ganas de recordarlo. Es una de esas cosas que cada uno guarda para sí mismo, porque cada uno lo vivió a su manera. Mañana será 3 de septiembre, un día normal en el calendario.

Hace veinte años, sin embargo, ese mismo día desaparecía para siempre un hombre bueno, un ejemplo para todos, por su honestidad, su humildad. En el fondo, ese hombre lo tenía todo y, a pesar de ello, mantuvo los pies en el suelo, bien agarrados. No me gusta exaltar a aquellos que no conozco personalmente, pero en el caso de Gaetano Scirea, no me queda más remedio. Fue alguien especial, que todo el mundo respetaba, porque él respetaba a todo el mundo. Como me han enseñado mis padres, el respeto es lo primero que tienes que darle a los demás. Y Gaetano Scirea, ese concepto, lo llevó siempre a rajatabla.

Sí, fue un futbolista. Un jugador que aunó, caso muy poco frecuente, el deporte con la dignidad y la honestidad. Fue elegante en la cancha y en la vida, arraigado a sus orígenes, modesto entre los endiosados.

Podría mencionar mil y una anécdotas de juego. De algunas de sus hazañas como libero de la nazionale y de la vecchia signora. Podría decir que fue claramente mejor que Baresi o, por lo menos, a la altura de Beckenbauer. No lo haré. Prefiero recordarle por su cabeza bien alta, con el balón en los pies o como persona. Prefiero destacar sus silencios en un mundo poblado de chácharas inútiles y estériles. Más que de blanco y negro, le recuerdo vestido de su humildad.

Ciao, Gaetano, grazie di tutto.

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