lunes, 8 de febrero de 2010

Ciao Ballerini!




Se fue el hombre que vi llorar por dejarse "engañar" por Duclos-Lasalle en el sprint a dos en su amada hasta la obsesión Paris-Roubaix.

Franco Ballerini, testarudo, volvió y la ganó dos veces, en 1995 y en 1998. Era digno de esa estirpe de campeones a los que las vibraciones insoportables del pavé, debajo de las finas ruedas de la bicicleta, les hacían sentir algo especial.

A Franco Ballerini, supongo, le tenía que producir un placer perverso el hecho de cruzar primero la meta del Velódromo, completamente cubierto de barro, tras lidiar con viento lateral y abanicos y lo poco que queda de esos caminos de adoquines.

Allí no había ni doping ni leches. Tenías que ser fuerte, tozudo, besado por la suerte, pinchazo tras pinchazo, eligiendo la escapada.

Fue un espléndido cazador de "clásicas", pero sobre todo forma parte de la historia de la clásica de las clásicas.

Ciao Franco.

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