lunes, 21 de diciembre de 2009

Ma se ghe pensu

Isola GallinaraImage via Wikipedia















Hay una canción en genovés que, desde que era un crío, no puedo escucharla sin emocionarme profundamente. Se trata de Ma se gue pensu. Es la historia de un emigrante genovés en Argentina, quien, ya mayor, necesita volver a su Génova querida. Su hijo le intenta disuadir, porque ya es mayor y el viaje es largo. Sin embargo, el atardecer con Génova iluminada es demasiado para el hombre. Le dice al hijo que está cansado de escuchar "Señor, caramba". Que su hijo, claro, nació allí y se crió hablando Español. Al final, el hombre vuelve (final feliz...) y rehace su nido en su ciudad natal.

Llevo días pensando en lo estúpida que es mi nostalgia repentina. Por mi mar, mis montes tan pegados a él. No dejé nada así de muy importante allí, si tengo que ser sincero, pero tengo esta extraña sensación de melancolía. Se dice que podrían ser las Navidades. No sé. A mí nunca me han gustado, de hecho, las he aborrecido toda mi vida. Las Navidades, para mí, significan recuerdos tristes, amargos, y no va a ser el entusiasmo general el que me haga cambiar de opinión, hoy, con 41 añitos que llevo.

Yo lo achaco al cansancio. A las ganas de redimensionarme en algo menos grande, menos ambicioso, que es la vida, el día a día. Creo que me hace falta respirar algo más sencillo que el aire contaminado por los coches y la prisa para lograrlo todo. El otro día me acordé de una vez, cuando era niño, y, junto con mi hermano y mi padre, nos fuimos a dar un paseo por la playa. Yo llevaba un sombrero de cowboy y el cinturón con dos pistolas de plástico. Hacía un viento terrible, y el sol calentaba lo que podía, el pobre. Tendría cinco años, a lo sumo. Pero me acuerdo del olor del mar enrabietado. Como si hubiese ocurrido hace cinco minutos o como si estuviese allí, ahora mismo.

Nunca he considerado la nacionalidad de uno como algo tremendamente importante, lo juro. Me parece absurdo, a día de hoy, agarrarse al orgullo patrio. He tenido (y tengo) la suerte de conocer otros países y siempre he intentado llevarme todo lo bueno que te pueden ofrecer. Pero creo en que existe un vínculo tácito con la tierra. Cuando hablo de tierra, me refiero al suelo en sí. Al meter la mano y escarbar y ensuciarse las manos con el humus propio de donde has nacido. Es algo que lleva cada uno tan adentro como el código genético. Yo puedo oler que el vino Pigato de Albenga viene de esa tierra. Puedo reconocer el perfume de la misma tierra en la que he nacido yo en un tomate, una alcachofa. Estoy convencido de que todo el mundo, si se para a pensar, puede hacer lo mismo.

Me molesta un poco toda esta intrusa nostalgia. Tengo mi vida aquí y no me arrepiento. No tengo intención de volver. Sólo me gustaría poder meter la mano y escarbar en el suelo, en Alassio, Albenga o Borghetto Santo Spirito. Mancharme bien, echarle un ojo a ese mar que no se está quieto nunca, ¡joder! (que me perdone el poeta...), y volver a casa, a Madrid.

1 comentario:

Mª Isabel de Echeberría dijo...

Precioso escrito para tan hondo, natural y hermoso sentimiento...!
Todo lo que sientes forma parte del bagaje personal... todo ello va contribuyendo a que cada uno vayamos siendo de determinada manera...
Aunque a muchos las Navidades nos resulten enojosas por todo lo que llevan aparejado de compromisos, superficialidad y consumismo, adem ... Ver más...ás de por los recuerdos tristes que nos traen sobre determinadas ausencias y melancolías de tiempos pasados, no es mala época para dejar aflorar nuestros más entrañables sentimientos de los que no hay que renegar...
Por eso yo te deseo mucha felicidad y paz en tu corazón especialmente en Navidad y que el Nuevo Año te acaricie con las brisas del mar de tus deseos y proyectos y con los perfumes de tus anhelos.
Un abrazo, amigo