miércoles, 15 de octubre de 2008

Las crisis de unos pocos

Me gustaría precisar dos cosas. Primero, éste no pretende ser un cursillo de economía, porque tampoco tengo ni categoría ni formación para ello. Segundo, no estoy promulgando en ningún momento la vuelta al comunismo.

Lo que pretendo hoy es hacer una reflexión sobre la situación actual en la que nos encontramos, ya que la crisis financiera a la que nos vemos sometidos es una señal inequívoca de que el sistema se tambalea. Y no soy yo el que lo dice, sino expertos economistas de reputada experiencia en los asuntos del liberalismo (por favor, no confundamos las cosas, ya que el liberalismo poco tiene que ver con la izquierda), el capitalismo y, como no, la globalización de los mercados.

Mi análisis surge a raíz de la enorme sorpresa con la que me encontré el pasado domingo, al leer las páginas salmón del periódico. En este caso, se trata de El País de los Negocios. La verdad, siempre he considerado la lectura económica como un auténtico aburrimiento, debido al hecho de que, normalmente, nos abasallan con terminologías y procedimientos que, sinceramente, no nos aportan demasiado. Es un conjunto tradicionalmente de celulosa manchada de ingeniería financiera, cuyo fin, creo yo, es el de hacer que lector tampoco se entere demasiado de lo que ocurre.

Pues bien. Mi gran sorpresa fue leer que hoy, en concreto, se culpa de la crisis a un grupo restringido de personas. Sí, como lo oyen, la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión es responsabilidad directa de número limitado a menos de cien personas: los grandes directivos de las mayores entidades finacieras estadounidenses. ¿Por qué me sorprendí? Resulta que este mismo concepto lo expresé en su día, ignorante de mí, al ver cómo funcionaba el sistema de incentivación de los ejecutivos en la gran empresa.

Lo que más gusto me da es que, por fin, se habla de casta, un término que yo había oído tan sólo en Italia, en ese caso referido a la clase política. La casta en su sentido peyorativo, donde existen los intocables.

Resulta que esta tropa de energúmenos se ha aprovechado de la gran debilidad del sistema ultraliberal acentuado por la administración Bush. Los hombres al mando de las grandes entidades financieras se aprovecharon de dos factores cruciales.

El primero es consecuencia directa de un mercado esclavo de la bolsa. Hay que dar resultados y hay que darlos ya. Eso significa que es importante manejar las cuentas de forma tal que los activos sean cada vez mayores. Por eso mismo, el sistema crediticio permite crear activos tóxicos. Habéis oído hablar todos de las hipotecas subprime, supongo. Se está hablando de créditos de alto riesgo que se convierten en activos para la entidad, con lo cual, en sus cuentas, garantizan un mejor balance. De ahí que, en Estados Unidos, los grandes fondos de inversión impregnaran sus cuentas con estos virus en potencia.

Por otro lado, y esto sí que es magistral, estos ejecutivos, al hinchar las cuentas con productos que no existían (como se revelaría más adelante), engordaban brutalmente sus remuneraciones, indemnizaciones incluidas. Vamos, se preparaban la salida de emergencia cuando las cosas se pusieran mal. De hecho, están todos fuera ya.

Todo esto es fruto del resultado por el resultado, sin ningún tipo de responsabilidad, no tanto hacia la sociedad (esta gente no tiene escrúpulos, no seamos ingenuos), sino hacia sus accionistas, los mendas que allí los han colocado. Si Lehman Brothers cierra, pues problema de sus directos inversores, los socios, vamos. Eso sí. Con la firma, se van al garete los ahorros de millones de pequeños inversores, también en España y el resto de Europa. Y aquí viene el nexo con nosotros, los que vivimos al otro lado del charco.

Tengamos presente lo ocurrido en los últimos años en España, sin ir más lejos. Burbuja inmobiliaria, consolidación y crecimiento de las entidades bancarias (Santander es un monstruo a nivel mundial), mercado hipotecario a pleno rendimiento, etc. Todo, absolutamente todo, está conectado entre sí.

Por un lado, la construcción sigue a pleno ritmo, también porque los bancos se asocian a los constructores y son benévolos a la hora de conoceder hipotecas a los consumidores. Pero no sólo a ellos, también a las contratas. Es así cómo se construye. De hecho, empieza una guerra de ofertas para ganar el mercado de las hipotecas con ofertas cada vez más ventajosas. También es verdad que, antes de la entrada en vigor de la moneda única, el Banco de España debe llegar a un tipo de interés oficial del 3%. El dinero es más baratos y la gente puede acceder a préstamos más rápida y fácilmente.

Después, el Banco Central Europeo empieza, poco a poco, a subir los tipos de interés, pero la situación sigue bajo control. Peor era cuando no estaba el euro en circulación. En algunos países, los tipos estaban por encima del 10%.

Pero los tipos de interés no afectan exclusivamente a las hipotecas. Afectan también los préstamos personales, las financiaciones (coche, lavadora, vacaciones al Caribe...) y todo tipo de producto crediticio. Con lo cual, comienza la proliferación de productos de dudosa calidad para las entidades financieras. Tened en cuenta que todo banco dispone de un fondo, por así decir, de morosidad. De hecho, el índice de morosidad de un banco es un dato importante para conocer su solidez. En fin, que la gente empieza a abusar de tarjetas de crédito de pago fraccionado (entre el 24 y el 35% de intereses, señores), créditos expeditivos (6.000 euros en cinco minutos...), etc.

Por otro lado, y es lo más grave, las entidades finacieras, acostumbradas a prestarse el dinero entre sí, usan nuestro dinero (lo que ganan de las hipotecas, nuestros ahorros, porque el dinero que tú tienes en el banco no se queda allí, por supuesto, en una gigantesca caja fuerte). Empiezan a invertir en fondos de alto riesgo. ¿Por qué? Pues porque dan más dinero y a más corto plazo.

Como si no fuera poco, pasa el 11 de septiembre y la situación internacional se hace cada vez más inestable. Hasta tal punto que Bush empieza su propia campaña bélica, primero en Afghanistán y, luego, en Irak. El precio del petróleo comienza a subir. También sube, y es una paradoja, el precio de los materiales vegetales que se utilizan para la producción de combustibles verdes (tipo el maíz) y se crea hambruna en países del Tercer Mundo, que ya no pueden abastecerse como antes. Todo esto empieza a notarse en la inflación, que, como espumilla, empieza subir poco a poco. Qué pasa. Pues el consumidor empieza a no poder gastar como antes. En algunos casos, sus productos financieros tan baratos y fáciles de conseguir se convierten en imposibles de pagar. Las hipotecas basura pierden su propio combustible, las entidades empiezan a no poder pagar a las que les habían prestado dinero, y éstas, a su vez, ya no sueltan más mantequilla, pero se quedan con deudas monstruosas, ya que cierran el grifo de la liquidez.

Resultado: ¡crisis! ¡Coño! Que nadie tenía dinero... Era todo un farol. Pues sí, efectivamente. Era todo un farol. Y ahora tenemos a un grupo de multimillonarios riéndose de todos nosotros, tras haber hundido sus empresas y cobrado indemnizaciones entre los 17 y los 150 millones de dólares cada uno. ¿Qué os parece?

Ya lo sé. Este análisis es muy simplón, pero creo que el propio resultado es escalofriantemente simplón. Lo que pretendo decir es que este maravilloso sistema que tanto nos han vendido como el mejor del mundo está agotándose. Lo dice, por ejemplo, Jeffrey Williamson, de la Universidad de Harvard. Hay que leer su entrevista, de verdad.

Lo que nos viene a explicar es que, si no salimos de esta dinámica, ésta es solamente la primera de una larga serie de crisis. Yo añado que el ultraliberalismo ya no se sujeta. Como sociedad, al fin y al cabo, nos queda un único objetivo: la prosperidad generalizada. Entonces es cuando todo funciona. Con tal de ganar dinero, las empresas se han transformado en rehenes de esos directivos que ellas mismas habían elegido por codicia. La codicia de unos pocos le ha ganado la batalla a la codicia de otros pocos.

Lo siento mucho por todos aquellos que creían que el sistema capitalista iba funcionar para siempre. Lo siento por los embajadores de este liberalismo ignorante (por cierto, Doña Esperanza, para ser liberales hay que tener una tradición liberal y no feudal).

Es bastante irónico comprobar que la mejor solución al problema es una herramienta típicamente socialista: la nacionalización. Estas inmensas inyecciones de fondos públicos (nuestro dinero, todo sea dicho) por parte del país anticomunista por excelencia, seguido por todos los demás, es una medida que le ha provocado escalofríos a más de uno. No me extraña que la primera versión del plan Bush fuera rechazada por el Congreso de Estados Unidos. Un representante republicano dijo que no entendía por qué había que ayudar a estas corporaciones, cuando nadie ayuda a la pequeña empresa. Se va en bancarrota y ya está. Tiene un fondo de verdad muy importante. Lo que ocurre es que no hay capitalismo que pueda evitar la intervención del Estado. Y ésa es su gran derrota.

En Europa, somos menos quisquillosos, en este sentido. Nacionalizar y privatizar son procesos que intervienen periódicamente. No nos asusta tanto, sobre todo porque aún (si los ultraconservadores lo permiten) tenemos claro nuestro mayor logro: el estado social, también conocido como del bienestar.

Zapatero, cuya formación económica rima con su apellido, tiene cierta suerte. También es irónico. Cuenta con el apoyo político de los bancos (Botín por encima de todos). Acordaros de lo que os digo: Zapatero ganó sus primeras elecciones no por el 11-M, sino por los bancos, acojonados y molestos con el PP por su actuación en "alguna" fusión. Y los bancos tienen a Zapatero agarrado por los ... sí, sí, los cojones. Merece la pena leer también este artículo. Es muy explicativo de la situación política española.
ZP y Botín se sonríen mutuamente. ¿Se besarán?

El figura, Angelo Mozilo ¿Planes de futuro? Depende. Si se garantiza un cambio proteccionista del bienestar, entendido como de responsabilidad empresarial, en el que un Angelo Mozilo cualquiera es penalizado por su comportamiento poco ético. Si se trabaja sobre una globalización en la que su único fin es el de garantizar la prosperidad de los países más rezagados, incluidos aquellos que hoy se enfrentan al modelo occidental (ver mundo islámico, aislado económicamente), para que no exista un enemigo ya, al más puro estilo Guerra Fría. Si se transfiere la responsabilidad de la economía a la productividad y no a los casinos modernos (las bolsas) y se consigue distinguir entre producción material y de servicios, pues, a lo mejor, algún tipo de esperanza sí que existe.

Si, por el contrario, seguiremos atados al modelo ya caduco del capitalismo porque sí y no obstante todo; si no aprendemos del duro camino que tuvo que recorrer Occidente desde la Revolución Industrial (Doña Esperanza, haga clic en el link, se lo recomiendo), por el que se dejaron la piel millones de obreros, pero por el que, después de mucho esfuerzo, encontramos un vía laboral aceptable, con seguridad social, protección de los derechos y una vida digna, entonces éste es sólo el principio.

De todas formas, yo creo que los políticos no son tontos. En cuanto levantemos nuestras armas para hacernos con el Palacio, entenderán el mensaje. Es metafórico, por supuesto. Pero es verdad que, en cuanto el descontento alcance límites insoportables, habrá un cambio. Porque no quedará más remedio, pero eso es lo que se denomina tropezar con la misma piedra. Porque las soluciones de última hora, normalmente, son paliativos que entrañan más riesgos que certezas.

Como dice Obama, We need change... Pero un cambio profundo en nuestra forma de ser sociedad.

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